jueves, 25 de agosto de 2011

Una reforma constitucional sin referéndum es un golpe de Estado!

En estos tiempos de crisis profunda,  amnesia colectiva, manipulación histórica y miseria intelectual televisiva, parecen todos los analistas y tertulieros pasar por alto que esta constitución primero se aprobó por referéndum adquiriendo así su legitimidad y proporcionando al pueblo una paz política y social ejemplar hasta hoy (con sus imperfecciones). 

La próxima reforma constitucional dictada por las instituciones europeas (la famosa regla de oro) a nuestros “lideres” políticos y gobernantes (en el limbo de una campaña electoral exprés), sin consultar previamente al pueblo supone abrir la caja de Pandora y prepara un caldo de cultivo peligroso de deslegitimación de los poderes del Estado y la desobediencia civil. En dos palabras, se abren las puertas a próximas revueltas y descomposición del Estado por sus costuras plurinacionales. Lo que queda de este Estado se va desvaneciendo ante nuestros ojos por una violación sistemática de la constitución (los desahucios violan aquel artículo sobre el derecho a una vivienda digna) por parte de las propias instituciones, pero sobretodo de su espíritu federador y popular al no consultar al pueblo ignorando su soberanía.

Ya es pública y notoria la mediocridad de una “clase” política más preocupada por su carrera política que por asuntos tan triviales como el interés general, los derechos de los ciudadanos (a menudo considerados como obstáculos o problemas), o simplemente la moralidad de la acción política. Cuando uno escucha un discurso político del bando que sea, no puede evitarse una cierta sensación de frustración (enfado), de no haber oído nada interesante en relación a las preocupaciones ciudadanas. Los discursos son formulas estereotipadas concebidas para que la “plebe” entienda poco, o nada, que pueden significar una cosa y su contrario y que esconden en general bajas intenciones. Sería interesante en este sentido elaborar un glosario de fórmulas y eufemismos del discurso político para apercibirse de la comicidad de algunas de ellas. La situación es tal que cuando se hace una reforma cualquiera, en general no se cambia casi nada salvo la formulación.

Considero que lo más preocupante es esa sensación de vacío de poder, de impotencia por constatar que la democracia se nos está escapando, que ya no funciona porque los partidos institucionales se rigen por la misma ortodoxia mercantil. Esta sumisión a unos mercados financieros tan omnipotentes como irresponsables es una declaración de impotencia de los políticos y una rendición total frente a los poderes económicos. Es decir, el fin de todo aquello que da razón de ser a una democracia y a un Estado con vocación de servicio público y de reparto de riquezas en una sociedad avanzada. 

La reforma constitucional prometida pretende inscribir en mármol que “nunca mais” vuelva a haber déficit en las cuentas públicas. Muchos suscribiríamos esto pero sería olvidar de forma algo precipitada o malintencionada el contexto y las razones de este déficit. No volveré aquí a repetir la secuencia que lleva de una deuda privada inasumible por una burbuja inmobiliaria promovida desde el sistema financiero y monetario (intereses raquíticos del BCE y de la FED) a un déficit incontrolable y a una deuda publica impagable, pero si quisiera advertir que las intenciones de los gobiernos para alcanzar el equilibrio presupuestario no pasan por aumentar los ingresos subiendo impuestos a los más ricos y a la banca o regulando el sistema financiero sino más bien todo lo contrario. Ya lo han advertido los diferentes responsables políticos como Salgado en la SER o Cameron para quién “este gobierno no estimulara políticas antibanca”. En Francia la contribución “excepcional” de las grandes fortunas es poco más que cosmética ya que representara unos 200 millones de euros en un presupuesto total de 300.000 millones y una deuda de 2 billones de euros. Bettencourt (L’Oreal), Bernard Arnault (LVMH) o Gérard Mulliez (Alcampo, Decathlon, Bonduelle…) tienen fortunas que superan los 15.000 millones de euros, por lo que podemos estar tranquilos porque esta gente siga conservando su rango en las clasificaciones mundiales de Forbes sobre las grandes fortunas. 

No, el equilibrio fiscal vendrá más bien por otro lado. Por el lado de los recortes en educación,  justicia,  sanidad y en moderaciones salariales injustificables (la reciente eliminación de la limitación a dos años de los contratos temporales) en un país donde reina el mileurismo (y mucho menos)  y en que los servicios públicos salen más baratos de la OCDE en proporción al PIB. También se venderán y espoliaran bienes y servicios públicos que todos ayudamos a construir con nuestros impuestos. Los mercados pueden estar tranquilos con nuestros futuros presidentes pues ya les han rendido pleitesía (ni se toca a la banca en los discursos de ambos aspirantes), previo paso para que sus campañas sean subvencionadas.
En caso de que hubiera referéndum, no hay que hacerse ilusiones. Con mucha probabilidad se aprobaría la reforma porque tenemos al pueblo más dócil y manipulable del mundo como muestran esos 5 millones de parados (46% de paro juvenil) y muchos más millones de precarios que conviven pacíficamente en estas santas tierras. Y sin embargo hay razones para el cabreo, para mucho cabreo...

viernes, 19 de agosto de 2011

El principio del fin (Parte II)


El caos cognitivo de la finanza
Con la ayuda de gobernantes, incapaces de pensar de otro modo, la finanza se encuentra sumida en un perfecto caos cognitivo exigiendo políticas draconianas de ajustes presupuestarios, cuyos efectos desastrosos son inmediatamente visibles (no habrá hecho falta ni un año antes de que fuera manifiesto este contrasentido en el caso griego), a los que responde exigiendo que se ahonde en aquello mismo que ha provocado un empeoramiento de la situación. Al mismo tiempo, los locutores autorizados de la finanza lo piden todo y lo contrario: piden un rigor sin fisuras pero exigen crecimiento. El último informe del FMI sobre la economía británica es elocuente desde este punto de vista ya que se muestra alarmante porque la caída del crecimiento vuelve improbable que se alcancen los objetivos previstos, yendo incluso hasta establecer un causalidad entre esta improbabilidad y la rígida austeridad autoimpuesta (como los demás)... para acabar recomendándole que ante todo siga en esta línea de conducta y no apartarse ni un milímetro! Este tipo de aberración cognitiva será el « pan nuestro de cada día » y se verán cada vez más opiniones financieras – agencias, FMI, prensa económica- oscilar entre exigencias contradictorias sin ser capaces de extraer la mas mínima conclusión.
Puesto que la contradicción patente entre políticas de austeridad y crecimiento (solo éste puede estabilizar los ratios Deuda/PIB) es inamovible instantáneamente, podría, no obstante ser resuelta de manera intemporal, pero con la condición, claro está, de ser capaz de proyectarse a medio plazo – es decir – de ser pacientes. La estimulación coordinada relanzaría las economías gracias, para empezar, a una degradación consentida de los déficits y de las deudas, pero solo temporal hasta que vuelvan a aumentar los ingresos fiscales y estabilicen (por el denominador) el ratio Deuda/PIB. Una vez se ponga en marcha esta dinámica, habría entonces lugar a que se redujeran progresivamente los dispositivos de estímulo. Este era el camino que quería tomar la administración de Obama… Hasta que los republicanos se dedicaron a hacer todo el ruido necesario para que tomara consistencia un « problema de deuda » que se impuso desde entonces en la agenda del debate público y en la preocupación de los mercados.
Podemos apostar que incluso sin los republicanos, la finanza por sus propios medios habría acabado por ocuparse « del caso » por ser esa su principal característica: aunque se defina con cierta complacencia como el « arte de la proyección temporal » por excelencia, la finanza de los mercados es generalmente incapaz de prever a medio plazo.
La entrada de los EEUU, y pronto del Reino Unido, en el club de expansión rápida de países “con problemas” tiene entonces por efecto, destruyendo de paso la encarnación del « activo sin riesgo », de significar simbólicamente que dentro de poco no quedaran más refugios para el  flight to quality, es decir que no quedara más exterioridad – nowhere to hide, como dicen los americanos - , y eso aunque no haya que esperar mucho antes de que el callejón sin salida económico al que ha abocado la degradación a los EEUU empiece a producir sus efectos, es decir el deterioro del ratio de deuda pública y a probar que, si, había, hay, un problema!

El neoliberalismo,
régimen de sobreendeudamiento generalizado
Ahora que se pone en evidencia con aspavientos la imposibilidad de pagar en un horizonte de medio plazo y con la imposición de una austeridad innegociable que conduce a un muro, la certidumbre de una catástrofe final empieza a perfilarse. Bajo esta perspectiva sería más juicioso reformular el problema general de la deuda – pero evidentemente en otros términos: la globalización neoliberal morirá en la deuda porque, a pesar de se nos venda como la razón económica misma, el neoliberalismo es fundamentalmente el régimen del sobreendeudamiento generalizado. Deuda de las familias, deuda de las instituciones financieras, deuda de los Estados: la deuda global a aumentado de manera exponencial en estos últimos veinte años de globalización en la mayoría de los Estados: de 220 à 500 puntos de PIB para el Reino Unido entre 1990 y 2010, de  130 à 370 puntos de PIB para España, de 200 à 350 puntos de PIB para Francia, de 200 à 280 puntos de PIB para EEUU…
La deuda de las familias se dispara porque únicamente el crédito les permite mantenerse a flote para su consumo corriente cuando sus ingresos se comprimen constantemente, como resultado de la competición por la reducción de costes del libre comercio y de la presión accionarial hacia más rentabilidad financiera. La deuda de las instituciones financieras se dispara por obra y gracia del apalancamiento para propulsar los ROE (Return on Equity, rendimiento de los capitales propios) La deuda de los Estados se dispara por el efecto del shock recesionista ocasionado por la crisis financiera (contracción del crédito, credit crunch, entre otros…) expresión perfecta de los desórdenes mismos del neoliberalismo, pero sobretodo, en un periodo reciente por los efectos de la contra revolución fiscal, otro de sus productos típicos, que reduce la contribución del capital y de los más ricos. Llega entonces el momento en que esa divergencia proporcional ya no es sostenible y no queda más remedio que quitas masivas- en eso estamos ahora.
Habrá entonces un periodo más o menos largo de descomposición caótica antes de que la finanza, y los gobiernos, se rindan ante esta solución. La degradación de EEUU es uno de los elementos que significa al a postre la pérdida del referente de todos los  tenedores de activos. El simple hecho de que los títulos de deuda (cuales fueran) hayan sido considerados como activos sin riesgo, nos dice mucho sobre la voracidad de la finanza y de la mutación de las normas que han acaecido. Ya que hasta aquí el activo « sin riesgo » no podía ofrecer más que un rendimiento… nulo. Hubo un tiempo – anterior a la desregulación financiera- en que solo el cash podía ser considerado auténticamente como un activo sin riesgo – y eso sin tener en cuenta la pérdida del valor real que implicaba eventualmente el deterioro inflacionista del dinero. Pero estar protegido del riesgo sin ganar nada, es muy poco para el nuevo apetito de la finanza. Rentabilidad pero además seguridad, ese es el deseo que ha fomentado y con el que ha disfrazado ciertos títulos particulares. Pero eso era ignorar la posibilidad de que coyunturas financieras en que el sistema general de liquidez fuera barrido sin que exista un refugio capaz de jugar el mismo papel, a la misma escala, haya surgido para tomar el relevo. Todos los modelos de medida del riesgo y de control de solvabilidad bancaria incluyen esta referencia del activo sin riesgo, pero qué ocurre cuando éste hace "default"? Donde refugiarse? Aunque suba a niveles estratosféricos, el oro no es en ningún caso un activo de cartera propiamente dicho: no esta desmaterializado (y no basta con comprar oro, también hay que depositarlo en algún sitio!) su mercado no es liquido porque sus transacciones son mas complicadas por el hecho de tratarse de lingotes, y al fin y al cabo el oro no es mas que una remanencia de fetichismo metálico, su compra y aumento de precio debe considerarse mas bien como un indicador de la extrema angustia de los inversores.
Y qué hay de los demás títulos soberanos que siguen con triple A? Ninguno ofrece una cantidad comparable a la de los Treasuries. Y ante todo, la finanza esta pensando ahora que si los EEUU, que eran la mejor garantía del mundo, han sido degradados, entonces los demás, que eran menos buenos deberán ser a su vez revisados...

sábado, 13 de agosto de 2011

El principio del fin (Parte I)


(Traducciones escogidas y algo libres de la última entrada del blog de Frédéric Lordon)
El desarrollo de la crisis financiera es comparable al avance imparable del tsunami que todos podíamos seguir en la televisión dejándonos esa impresión de irresistible fatalidad agravada, en este caso, por una incredulidad algo estúpida de nuestros dirigentes que creen todavía poder esquivar cuando ya está todo perdido.
El shock de la enorme crisis de las subprime, crisis que no nos cansaremos de recordar era de la finanza privada, estaba destinada a crear, por el canal del crédito, una recesión cuyas consecuencias en las cuentas públicas están siendo ya desastrosas.
Las instituciones financieras están al borde del colapso por el shock que implica la degradación de los títulos soberanos que poseen y que superan ya a los títulos hipotecarios. Esta vez, el dinero público que todavía estaba disponible para recoger los pedazos del accidente anterior estará ausente cuando advenga el segundo crash (que ya está teniendo lugar). Y admiraremos de paso ese elegante juego en que se cruzan lo privado y lo público (el hundimiento de los bancos que hunde a los Estados que a su vez vuelven a hundir a los bancos) con Estados Unidos y Europa (las subprime, por medio de la recesión arruinan a los Estados europeos quienes, a través de la crisis de sus deudas públicas, arruinaran el sistema bancario americano después de arruinar al europeo), lo que nos da metafóricamente: Lehman-Grecia-Goldman- o el encanto de la globalización y de sus interdependencias que acercan a los pueblos (al borde del abismo).

Cuando las agencias hacen política
Ni tan siquiera parece seguro que la degradación de la deuda americana por Standard & Poor’s haya servido para el gran desmoronamiento aunque si podría ser su comienzo simbólico. Al igual que Moody’s y Fitch, hace ya bastante tiempo que las agencias, en materia de notación soberana, han dejado de hacer análisis financieros, sino más bien política. A lo largo de la pasada primavera pusieron bajo presión a los poderes públicos americanos para forzar un acuerdo sobre el presupuesto del Estado federal (extensible a la elevación del techo de deuda). El resultado del Budget Control Act firmado el 2 de agosto parece no haber gustado a Standard por contener ciertas incertidumbres sobre la finanza y los mercados (la eventualidad de un control o fiscalización de estos).

Los EEUU en el punto de mira
Precisemos rápidamente que su situación en la estructura general de finanza liberalizada, en el meollo de la producción de la opinión colectiva, dota a Standard & Poor’s  de medios para tener probablemente mas razón que el resto de los agentes, e incluso de darse razón, ya que los efectos que producen una degradación espectacular de este tipo son susceptibles, independientemente de las razones objetivas de tal degradación, de provocar una serie de reacciones entre las cuales las secuencias de tipo : 1) degradación → tensión brutal sobre los intereses→ encarecimiento del  coste de la deuda → deterioro de la situación presupuestaria y aumento de la deuda → tensión añadida sobre los intereses, etc. ; y 2) degradación → austeridad impuesta → recesión → deterioro de la situación presupuestaria y rápido aumento de la deuda → austeridad acrecentada, etc. – I told you so ! se exclama entonces la agencia.
Grecia, Irlanda, Portugal han sufrido en sus carnes estos encadenamientos infernales a través de los cuales, la opinión financiera transforma situaciones perfectamente asumibles en crisis insolubles. Ahora le toca a los Estados Unidos. Evidentemente los intereses americanos resistirán mejor y mas tiempo que los demás, puesto que, por su profundidad, sus volúmenes de transacciones y su liquidez, el mercado de bonos sigue siendo el biotopo de finanza mundial – que es muy capaz de destruir su propio hábitat, pero solo tras haber roto con antiguas costumbres y que se hayan disipado  los efectos de la histéresis de la creencia dólar. Por una incoherencia típica de la finanza, la presente caída de los mercados de acciones americanos, arrastrados por las turbulencias de la deuda pública, todavía tiene como efecto un movimiento del flujo del capital hacia los bonos del tesoro US, activo que se sigue considerando « sin riesgo » aun cuando la degradación significa que ya no lo es !

miércoles, 3 de agosto de 2011

La catastrófica claudicación de Obama

 Paul Krugman
The New York Times

Barack Obama. Foto EFE
La catastrófica claudicación de Obama
WASHINGTON.- El acuerdo para elevar el techo de la deuda federal está a punto de ser aprobado. Si esto sucede, muchos comentaristas anunciarán que se ha evitado la catástrofe. Se estarán equivocando.
Porque el acuerdo en sí, según la información disponible, es una catástrofe, y no sólo para el presidente Barack Obama y su partido. El acuerdo perjudicará a una economía que ya está en recesión, probablemente agrave aún más el eterno problema del déficit norteamericano y, lo que es más importante todavía, al demostrar que la extorsión descarada funciona y no tiene costo político, arrastrará a Estados Unidos por el camino de las repúblicas bananeras.
Empecemos por la economía. En este momento, el país atraviesa una profunda depresión. Es casi seguro que la economía seguirá fuertemente deprimida durante todo el año que viene. Y es muy probable que la depresión continúe también durante 2013, o incluso más allá.
Lo peor que se puede hacer en una coyuntura como ésta es recortar el gasto público, porque sólo deprimirá la economía aún más. No escuchen a esos que invocan al hada de la confianza de los mercados, que aseguran que las enérgicas medidas presupuestarias transmitirán tranquilidad a los inversores y los consumidores y lograrán que gasten más. Las cosas no funcionan así: está demostrado por numerosos estudios de los registros históricos.
De hecho, recortar el gasto con la economía deprimida ni siquiera aliviará mucho la situación presupuestaria, y hasta podría agravarla. Por un lado, las tasas de interés con las que se endeuda el gobierno federal son muy bajas, así que un recorte del gasto ahora no hará mucho por reducir el costo de los intereses futuros. Por otro lado, debilitar la economía ahora también dañará sus perspectivas a largo plazo, reduciendo a su vez los ingresos futuros. Así que esos exigentes recortes del gasto de la actualidad son como esos médicos medievales que trataban al enfermo con sangrías y sólo conseguían enfermarlo aún más.
Y después están los términos del arreglo, que equivalen a una abyecta rendición por parte del presidente Obama. Primero, habrá enormes recortes del gasto público, sin aumentos de los ingresos. Luego un panel recomendará futuras reducciones del déficit, y si esas recomendaciones son aceptadas, habrá otros recortes del gasto.
Supuestamente, los republicanos tendrán incentivos para hacer concesiones en la próxima ronda, porque los gastos en defensa están en la mira de los recortes. Pero el Partido Republicano acaba de demostrar que está dispuesto a dejar que se produzca un colapso financiero a menos que su ala más dura obtenga todo lo que quiere. ¿Por qué esperar entonces que sean más razonables la próxima vez?
De hecho, lo más probable es que los republicanos se envalentonen por el modo en que Obama sigue retrocediendo frente a sus amenazas. Ya se rindió en diciembre, cuando extendió todos los recortes impositivos de George W. Bush, y se ha rendido ahora y a gran escala frente a la descarada extorsión sobre el techo de endeudamiento. Tal vez sea yo, pero acá veo un patrón de conducta.
¿Tenía el presidente alguna alternativa esta vez? Sí. Para empezar, podría y debería haber pedido un aumento del techo de endeudamiento allá en diciembre pasado.
Cuando le preguntaron por qué no lo hizo, respondió que estaba seguro de que los republicanos actuarían con responsabilidad. Seguí participando.
Incluso ahora, el gobierno de Obama podría haber recurrido a maniobras legales para sortear el techo de endeudamiento, para lo cual contaba con numerosas opciones. En circunstancias normales, habría sido un recurso extremo. Pero frente a la realidad de lo que está pasando, es decir, una extorsión descarada de parte de un partido que, después de todo, sólo controla una de las cámaras del Congreso, habría sido totalmente justificable.
Como mínimo, el presidente podría haber usado la opción de la artimaña legal para fortalecer su posición en las negociaciones. Sin embargo, hizo todo lo contrario: descartó todas esas opciones desde el principio.
¿Pero endurecer su postura no hubiese provocado preocupación en los mercados? Probablemente no. De hecho, si yo fuera un inversionista y viera que el presidente está dispuesto y es capaz de plantarse ante la extorsión de la extrema derecha, me sentiría más tranquilo, y no más preocupado. En cambio, Obama eligió mostrar lo contrario.
Que nadie se equivoque: lo que estamos presenciando es una catástrofe en todos los planos.
Es, por supuesto, una catástrofe política para los demócratas, que hace apenas unas semanas parecían haber dejado en retirada a los republicanos y sus planes para desmantelar Medicare; ahora Obama arrojó todo a la basura. Y el daño continúa: habrá más situaciones embudo en las que los republicanos tendrán ocasión de amenazar con generar una crisis a menos que el presidente se rinda, y ahora pueden actuar confiados en que así será.
A la larga, sin embargo, los demócratas no serán los únicos perdedores. Lo que los republicanos lograron al salirse con la suya es poner en duda todo el sistema de gobierno. Al fin y al cabo, si es el partido dispuesto a ser más despiadado, dispuesto incluso a poner en peligro la seguridad económica de la nación, el que logra dictar las políticas de Estado, ¿cómo va a funcionar la democracia norteamericana? La respuesta: quizá no funcione.
Traducción de Jaime Arrambide